Querida _mi amiga que cumple 40_:
Dentro de la caja hay un regalo de tía, pariente del marco de plata, de esos que probablemente no encajan con tu estilo y te hacen preguntarte: ¿es que no me conoce?
Es un reloj de arena, delicado, como para exponer en una repisa.
Quizás piensas: ¿Me quiere decir que se me está acabando el tiempo?
No. No es lo que quiero decir.
Te compré un reloj de arena porque, desde que aprendí el concepto del Dios Saturno, quise incluir uno en mi altar para honrarlo (y cuando no sé qué regalar, elijo lo que quiero para mí).
Esto lo descubrí en uno de mis tantos viajes al hueco de la curiosidad por religiones y estudios espirituales. Este en particular era sobre la astrología hermética, en la que los siete planetas tradicionales (Sol, Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno) representan aspectos de la vida y la psique humana. Se representan también en cada día de la semana (Sunday, lunes, miércoles, viernes, martes, jueves y sábado, respectivamente). Imagina que Dios es uno, pero estos siete planetas son un fractal de Sí mismo en siete colores y siete frecuencias. Es similar a las tradiciones antiguas donde los planetas y sus dioses asociados simbolizan aspectos del mundo y de la humanidad.
Y la razón por la que te cuento todo esto es para ofrecerte el contexto de mi fascinación por Saturno. Me sorprendió cómo, de todos, fue con el que más profundamente conecté, al punto de querer tenerlo presente en mi día a día y en mi repisa.
Me sorprendió porque, a resumidas cuentas, es el Dios de la escasez: es el límite, el tiempo, la muerte, la estructura, la disciplina y la sabiduría adquirida a través de las restricciones.
Saturno pide que lo recuerdes y, si no es así, castiga a través de la escasez y dificultad para que lo tengas presente.
¿Y por qué me fascinó, si mi búsqueda (y sé que la tuya también) es vivir en un estado permanente de abundancia, facilidad, gozo y gloria?
Porque aprendí que solo a través de la consciencia de Saturno podemos realmente disfrutar y saborear una vida llena de vida.
La cruda realidad es que esta vida es finita. Puedes tener lo que quieras, pero no lo puedes tener todo. Porque, incluso si tuviese todo el dinero del mundo, no tendría una vida infinita para gozarlo.
Y porque sé que el postre se acaba, es que saboreo cada bocado.
Me repito: Con los días que te quedan en esta vida, puedes hacer cualquier cosa que desees, pero no puedes hacerlo todo.
(En inglés el dicho es: You can have anything, but you can’t have everything).
El chiste cósmico está en que, al verte obligada a elegir dónde poner tu atención, intención y corazón con los recursos finitos que tienes, también quedas obligada a saborear.
Tienes en tus manos un reloj de arena para poner en tu repisa, para recordarte que la única escasez que nos permitimos es la del tiempo que nos queda: por los abrazos, los besos, las conversaciones poderosas, flotar en el mar, reír, escuchar las preguntas de tus hijos antes de dormir, caminar por lugares nuevos y probar sabores desconocidos.
Tienes en tus manos un reloj de arena para recordarte que lo más hermoso del regalo de tu vida es que es finito, y que es un privilegio tener la libertad para elegir qué es lo que más vale para ti.
En este cumpleaños tan especial, brindo por tus próximos 40+ y por cada momento por disfrutar.
Un spam del paseo cumpleañero:
(Hubo pocas fotos porque estaba más buena la conversa).
Lo que me llevo: la realidad de que el tiempo es finito tiene su lado luz y su lado sombra. El lado sombra (que el tiempo pasa yo lo acepte o no) me ayuda a accesar al lado luz. Cuando realmente acepto la sombra, entonces tengo más presente saborear los momentos y le pongo intención a vivir como creadora. Gracias por leerme.